El “sucio secreto” de los allanamientos nocturnos

Noche. La Policía patea la puerta de lata de la casa de bloques y entra a la oscuridad. Los agentes prenden las linternas y gritan: “¡Policía!” Adentro, lo común en esas viviendas: hacinamiento; mucha gente en poco espacio; mujeres que gritan; niños que lloran (trauma sobre el trauma y odio sobre el odio). El dueño de casa, entredormido, no sabe si de verdad es la Policía o una banda rival que viene por la droga. Los perros ladran. Los vecinos se despiertan. Llueven piedras. Se oyen disparos. Un agente saca su arma.

El resultado parece previsible: encuentran algo de droga (los 500 kilos están en otro lado, en el puerto, o en depósitos que los grandes narcos tienen a buen resguardo). El jefe de casa, detenido. Otro micro narcotraficante a llenar las cárceles. La mujer deberá continuar con el “trabajo”. No hay otra.
Los índices de reclusión femenina (75% por drogas) siguen disparándose y casi duplican al de los hombres.

Los errores y “otros policías”.

Quizás la Policía se equivocó de vivienda. Pasó hace unos días en un allanamiento diurno en Montevideo. Según una investigación del New York Times, la poderosa Policía de esa ciudad, en cinco años se equivocó de vivienda en el 10% de los allanamientos nocturnos. Si esto ocurre, el dueño de casa pensará que son ladrones y posiblemente reaccione. La Policía creerá estar ante un delincuente. En
Estados Unidos son legión los nombres de ciudadanos inocentes asesinados en allanamientos erróneos.

Además, si prospera, como parece que lo hará la enmienda constitucional que habilita los allanamientos nocturnos y que es apoyada por los partidos del oficialismo, quizás se den situaciones en las que la delincuencia, que suele ir adelante de la ley, se aproveche para fingir un allanamiento en busca de la droga rival.

El analista en seguridad y asesor del precandidato colorado Guzmán Acosta y Lara, Edward Holfman, escribió en la revista Cero: “El fenómeno de los allanamientos nocturnos, dio lugar a que los delincuentes se aprovechen para realizar copamientos de fincas durante la noche, aprovechan (…) para presentarse en las fincas y hacerse pasar por efectivos policiales, logrando así ingresar a la finca con fines delictivos. La falta de luz solar hace aún más difícil todas las operaciones policiales. La experiencia ha demostrado que la noche no es amiga de los operativos policiales”.

El sueño y la reacción.

Pero, aun suponiendo que es la vivienda correcta, los moradores son sorprendidos en un momento en que, como lo demuestran diversos estudios, no son conscientes absolutamente de la situación que enfrentan. En un allanamiento diurno, quizás el dueño de casa piense dos veces antes de enfrentarse a la Policía. En esta confusión de las sombras, la nueva norma puede llevarnos por un camino casi no recorrido todavía en el país: enfrentamientos a tiros entre narcos y policías.

La organización Defense Found advierte que “cuando nos despertamos, la inercia del sueño está presente de forma rutinaria y se manifiesta a través de la desorientación y el deterioro cognitivo. Esto no es controvertido, e incluso la experiencia anecdótica apunta a lo obvio: las personas están menos alerta cuando pasan del sueño a la vigilia. Los agentes de policía lo saben. Incluso los niños lo reconocen”.

Los niños.

Ah, los niños. La presencia de niños en estos operativos ha sido destacada por diversos organismos internacionales. “Los relatos de los niños y las niñas entrevistados que han presenciado los allanamientos de sus hogares alertan sobre la necesidad de cumplir con los protocolos del uso de las fuerzas físicas existentes, o promulgarlos si no existieran”, dijo la Comisión Iberoamericana de los Derechos del Niño, y advirtió que estas situaciones pueden generar en el futuro ciudadano un odio acumulado contra la Policía.

La opinión de los magistrados.

¿Qué piensan los jueces que tendrán que habilitar estos allanamientos? Según una encuesta anónima realizada por la Asociación de Magistrados, un juez dijo que “nunca le pasó que se frustrara un procedimiento” por no hacerlo de noche.

Otro juez dijo que “los allanamientos nocturnos no son una solución eficiente para combatir el flujo de narcóticos”. Otro magistrado fue más tajante: “Iría en desmedro de una investigación seria. Investigar para allanar o detener y no a la inversa. Últimamente se piden allanamientos diurnos sin resultado”.

“Me ha pasado de procesar a 19 personas. Esa misma noche esa boca volvió a estar funcionando. No va a cambiar nada”, añadió.

Otro juez mencionó otro riesgo que implicarían los allanamientos nocturnos: “Va a servir para que impugnen los abogados defensores por eventuales transgresiones en la realización de la diligencia”.

Carlos Negro, fiscal de Homicidios, se opone al cambio. Para él se trata de “una rebaja de garantías para los ciudadanos en función de supuestos resultados” que, cree, “no serán los imaginados” porque “las grandes cantidades de droga ingresan al país por otras vías y el allanamiento no es una de las formas eficaces para combatirlo”.

¿Y los policías?

Pero los políticos no son de escuchar a los que saben y menos a los que, como en el caso de los policías, mandan al frente.

En los países que cuentan con esta norma son comunes las denuncias de violaciones a los derechos humanos en una hora del día más propicia para los desvíos.

Una investigación del New York Times encontró que en seis años 81 civiles y 13 policías murieron en enfrentamientos durante allanamientos nocturnos. La mayoría de los hogares allanados tenían ocupantes negros.

La cuestión de raza en otros países y, se cae de maduro, de clase en el nuestro, marcará los principales objetivos de estos procedimientos. ¿O usted se imagina estos allanamientos en mansiones de la zona costera?

Dardo Ribeiro, presidente del Sindicato Policial de Rocha, describió los riesgos de la noche: “No hay buena visión, lo que te obliga a tener una mano ocupada con una linterna. Estas casas suelen tener la luz cortada a propósito. No tienen puerta y usan campana en todas las cuadras avisando quién entra y quién sale. No estamos preparados para enfrentarnos a esto”. Su colega de Artigas planteó:
“Nuestras prácticas son de cuatro horas al año. Tiramos 10 tiros y listo. ¿Cómo haríamos para sobrevivir a estos allanamientos sin una formación especial?”.

Holfman escribió en la revista Cero: “Los allanamientos nocturnos pueden generar muchas dificultades operativas en el accionar policial, en fincas linderas y en los propios vecinos cercanos a la finca donde se realiza el allanamiento, angustia, miedo, incertidumbre. Estos procedimientos pueden generar efectos contrarios a los buscados, generar daños colaterales, en los vecinos, a quienes no les puede avisar y de repente observan personas con pasamontañas y con ropa oscura, armados cerca de su casa. Pueden generar persecución de delincuentes que evitan ser detenidos por corredores, techos, patios de las fincas linderas; generar enfrentamientos con armas de fuego entre policías y delincuentes”.

Robert Chabali, que presidió la Asociación Nacional de Oficiales Tácticos de las Policías de Estados Unidos, le dijo al Times que “no tiene sentido” exponerse a un tiroteo en este tipo de redadas. “Si vamos a arriesgar nuestras vidas, las arriesgamos por un rehén, por un ciudadano, por un compañero oficial. Definitivamente no entras y arriesgas tu vida por las drogas”, opinó.

Y luego preguntó: “¿Por qué estoy arriesgando la vida de las personas para salvar una onza de algo que traen cada año en los cargueros?”.

En Uruguay la ley ya habilita a la Policía a ingresar a una vivienda a cualquier hora y sin orden del juez si lo que está en riesgo es la vida.

Ahora, lo que se propone es modificar nada menos que la Constitución, no para salvar vidas sino todo lo contrario, para ponerlas en riesgo en busca de unos gramos de drogas, mientras que las toneladas entran por el puerto. Parece broma si no fuera dramático.

Un informe del New York Times indicó que en 13 redadas fallidas en las que murieron 12 personas se incautó un promedio de menos de 100 gramos de drogas en cada una.

Holfman advierte sobre algo que, me pregunto, ¿nadie les sopló a los impulsores del plebiscito?: “Las bocas de venta de drogas no son atendidas por sus dueños, lo hacen otras personas de menor jerarquía, tienen una arquitectura y diseño del local especial, habitaciones y disposición (…) que hace más difícil y peligroso realizar un allanamiento nocturno”.

Otros países lo tienen, ¿y?

Quienes argumentan que la mayoría de los países tienen esta herramienta legal deberían aclarar qué resultados obtuvieron. Al menos en la región, están entre los países más violentos del mundo y el narcotráfico no ha parado de crecer.

Radley Balco, columnista del Washington Post, escribió sobre Estados Unidos, que aún tiene bajos índices de homicidios con alto consumo de drogas: “Los poderes policiales a menudo se debaten como un equilibrio entre seguridad y libertad. Pero hay poca evidencia de que las redadas antidrogas nos hayan hecho más seguros. Ni pusieron fin al tráfico de drogas ni lo limitaron realmente. Dado el gran
porcentaje de hogares que poseen armas para defensa propia y que la guerra contra las drogas a menudo se libra con información sucia, es casi seguro que estas redadas terminarán a veces en tragedia. Eso incluye hacer que las cosas sean más peligrosas para la Policía.
Hay una larga lista de agentes del orden muertos en estas redadas. Y ciertamente no hay evidencia de que las redadas redujeran el
crimen”.

A esto agregó: “Por diseño, estas tácticas infligen castigo y terror a personas que aún no han sido acusadas de un delito y mucho menos condenadas por uno. Apelan intencionadamente a nuestros impulsos retributivos más viles: que los sospechosos de drogas merecen un trato brutal y un castigo preventivo (al diablo con el contexto y el debido proceso). Su único legado real ha sido la muerte innecesaria”.

Para Balco, hay un “sucio secreto” en los allanamientos nocturnos, porque “nunca fue una táctica que surgiera orgánicamente de la aplicación de la ley”. Más bien, sostiene que “fue una política nacida de la política, una cuestión de cuña inventada para explotar los temores de la clase media sobre el crimen y las drogas”.

Quienes argumentan que la mayoría de los países cuentan con esta herramienta ¿qué saben de cómo se ha venido procesando allí el debate sobre los allanamientos nocturnos?

El 13 de marzo de 2020, agentes de Policía de Louisville irrumpieron en la casa de Breonna Taylor, una enfermera negra de 26 años. Su novio, Kenneth Walker, se despertó y disparó. La Policía respondió y mató a Taylor, sobre la que no pesaba ninguna acusación. Desde entonces, 28 estados y 20 ciudades han aprobado algún tipo de restricción a las redadas nocturnas, en tanto que otros 14 estados y nueve ciudades están considerando modificar la ley, y nueve estados las prohibieron por completo.

En Estados Unidos se hicieron varias investigaciones sobre las redadas policiales nocturnas y todas llegaron a una conclusión similar, según el sitio Task Force of Policing: “La investigación descriptiva sugiere que los costos de los registros de entrada forzosa probablemente superen a los beneficios”.

A cambio de incautar una escasa cantidad de droga y detener a pequeños narcos, estos allanamientos “han conducido una y otra vez a muertes evitables, lesiones espantosas, propiedades demolidas, traumas duraderos, reputaciones ennegrecidas y acuerdos legales multimillonarios a expensas de los contribuyentes”, dijo una investigación del New York Times.

Estos “detalles” no forman parte del discurso pro-plebiscito.

Conclusión.

No se trata solo de una nueva concesión de la libertad individual en beneficio de una presunta seguridad. Ni de lo innecesario de meter esto en la Constitución. Ni del tufillo de demagogia que exuda la idea.

Se trata de seguir recorriendo el fallido camino de la represión que lleva tres décadas de fracasos.

Los escasos resultados positivos que se han registrado en la región responden a programas puntuales y todos ellos en el sentido contrario a la represión y el encierro.

Aquí seguimos repitiendo la receta. En vez de buscar medidas originales que tiendan primero a reducir la violencia, que es lo peor que viven los habitantes de la periferia, aprovechan sus miedos y su desconocimiento de cuestiones sobre seguridad para llevarlos a un corral de ramas terrible. Y ahora, además, involucrando en esa violencia directa y explícita a la Policía. Mientras, ellos duermen a pata suelta. Bueno, más o menos lo que han venido haciendo desde hace años con la seguridad.

Columna de Gabriel Pereyra publicada por Búsqueda Nro 2258, 4 al 10 de enero de 2024.

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